Exposición: Paisajes intervenidos de Jesús Lugo en la Galería Quetzalli, a partir del 7 de enero del 2022

Jesús Lugo: impresionismos

por Esteban García Brosseau (enero, 2022)

Los lienzos de Jesús Lugo están, por lo general, sembrados de referencias a obras de arte de diversas épocas y procedencias. En esta muestra, sin embargo, el artista se enfoca casi exclusivamente en el Impresionismo y más particularmente en la figura de Claude Monet. Hay algunas telas de gran formato que mantienen la profusión de personajes característica de obras anteriores, si bien en éstas vemos sobre todo mujeres al desnudo nadando entre los nenúfares o por debajo del agua como si fueran ninfas, en una evocación simbólica que pareciera estar destinada a revelar los aspectos emocionales que esconde la serie de las Ninfeas.

Casi todas las obras son, sin embargo, de pequeño formato. Hay, además, una notable cantidad de arte objeto (a veces con marcados japonismos) en que los personajes, muchas veces recortados y situados en primer plano, se reducen a unas cuantas figuras que destacan sobre el paisaje, lo cual nos induce a reflexionar sobre el significado de ambos elementos por separado, en sentido opuesto a la manera impresionista. Un personaje recurrente es el propio Monet, que aparece pintando en plein air como en los retratos del artista por Sargent o Manet. Sorprendentemente, las obras y los instrumentos del pintor llegan a ser los protagonistas de la obra, como en aquel Paisaje intervenido, en que aparecen varios lienzos a punto de ser arroyados por un vehículo cuyo anacronismo con respecto a la época de Monet nos pone frente al problema de la periodicidad y del “juicio histórico” en el arte.

Todo ello plantea una peculiar dicotomía entre las nociones de “artista” y “asunto”, en la que se asoma, además, la figura del voyeur, debido a la inclusión de mujeres desnudas o semi-vestidas que erotizan el paisaje en un grado mucho mayor que en cualquier tela impresionista, aun si se piensa en una obra precursora como Le déjeuner sur l’herbe de Manet. Tanto por el periodo escogido como por el acento puesto sobre la tranquilidad de la campiña francesa (a veces discretamente mexicanizada) se adivina, sin embargo, una voluntad de refugiarse en un espacio propio en que predominara la íntima y levemente exótica belleza del jardín de Giverny, pero en que la mujer amada tuviera la misma, si no es que una mucho mayor presencia que Camille, y luego Alice, en la vida de Monet. Así, mucho más que una simple reinterpretación, el conjunto de la obra se presenta como una reflexión sobre el legado del Impresionismo, que contrasta singularmente con una idea de esta corriente basada únicamente en la exaltación del sentido de la vista, ya que pone en evidencia la afectividad que la atraviesa de manera subyacente. Con ello, Lugo demuestra que se puede discurrir sobre la historia de la pintura desde la propia pintura, haciendo evidente que, en este proceso, la sensibilidad y la emotividad del artista pueden revelarnos más sobre las obras admiradas que muchas narrativas expertas.

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